Cuanto cambian tus rutinas de viaje

Estoy en el aeropuerto de San Antonio sentado y pensando como cambian las rutinas de viaje. Esperando el vuelo, y estrenando el teclado para mi Ipad que acabo de comprar (soy un poco maniático cuando empiezo a dedicarme a algo). Aunque precisamente para eso lo adquirí.

Muchas veces me he encontrado en situaciones donde surge una idea. Una de esas pocas ideas al año que sabes que puede dejar algo.

Se corta la inspiración

Y me cuesta mucho escribir una entrada del blog completa, y solo logro aterrizar el contexto.

O como siempre atacando la ley de Murphy. Y cuando me siento a escribir dicha entrada, pasa la euforia, la idea, el contexto. O simplemente ya no tengo la emoción suficiente.

Siguiendo, loo que podía ser una excelente entrada, se queda como una idea.

Cuando venía hace unas horas hacia el aeropuerto, platicaba con mi mamá en el carro. Fue un gran viaje de integración madre-hijo. Y por qué no, de comprar varios pendientes y varias tonterías que no te sirven hasta que te das cuenta que saliste de la tienda con el producto en la mano. Sabía que gastar en algo que nunca ocuparás. Acabábamos de hacer el check-out de la habitación. Y me di cuenta que este viaje fue enteramente diseñado, planificado, desarrollado y aterrizado por mí y precisamente hacia ese tema se desarrolló la plática.

Mis rutinas de viaje

Le comenté a mi mamá que aproximadamente hasta los 16 años (hace 15 años de esto) mi única obligación en los viajes era despertarme cuando me decían, ponerme los zapatos cuando habíamos llegado, y dormir, dormir y dormir, y tal vez, si lo podía permitir, era admirar los paisajes. Era genial que mi madre me despertara en la madrugada para levantarme, ponerme la ropa, subirme a la parte trasera del carro, y dormirme casi inmediatamente.

Aproximadamente unas 3 o 4 horas después me despertaba argumentando que tenía hambre o sed, únicamente para comer o tomar algo, y volverme a recargar. Si tenía suerte, podía volver a dormir unas cuantas horas más, o si corría todavía con mas suerte, llegaríamos en no más de 2 horas (pasaba mucho cuando iba hacia Acapulco). Llegaba y a veces ayudaba a cargar las maletas, pero no eran trabajo obligatorio,  ni pasaba nada si no lo hacía.

Cuando cumplí los 16 años, las cosas cambiaron drásticamente, y ahora tenía que despertarme un poco antes para subir las cosas, ayudar a acomodar las cosas en la cajuela y dentro del carro y, de una forma no muy agradable, también bajar las cosas al llegar, puesto que lo único que tenía ganas era cambiarme y disfrutar del lugar. Como dije en el título… “Como cambian tus rutinas de viaje conforme creces”.

Creciendo con tus rutinas de viaje

Tiempo después, cuando empezaron a soltarme el volante del auto. Aparte del gusto que me dieran dicha confianza, continuaron subiendo las obligaciones. Nuevamente tenía que despertarme más temprano, verificar que todo estuviera bien en el automóvil, y ver que todos se subieran para poder arrancar.

Así mismo en viajes internacionales todo fue exactamente igual. El subirte al avión y olvidarte, despegar tu mente y ser feliz porque saldrías del país. Y conforme crecíamos, tanto mi hermana como yo, teníamos ciertas cosas diferentes que decir y hacer.

Este viaje fue diferente… ¿Por qué? Porqué fue el primero en que yo solo me he vuelto responsable de todo lo aquí surgido. No me mal interpreten, ya había tenido otros donde al viajar solo, era mi responsabilidad. Con quien hablar, a donde llegar y sobre todo, como viajar.

Pero es el primero donde todo corrió por mi cuenta, y llevar a una persona a mi lado, hizo darme cuenta que si yo cometía un error, no iba a tener atrás de mí el respaldo de nadie. Tanto económico, como personal. ¿En qué fue diferente? En que mi mamá confiaba ciegamente en que sabía qué hacer, y afortunadamente salió de la mejor manera posible.

Es curioso como queremos crecer, para poder enseñar a nuestra familia que podemos hacernos cargo. Y ahora queremos volver a ser aquellos niños en que podíamos despertarnos. E inmediatamente subir y olvidarnos de todo para tener como única obligación. Y ahora, podemos valorar y disfrutar un viaje, como un niño de 8 años. Pero tenemos que estar pendientes de que además de disfrutar, es planificar todo lo que hemos desarrollado..


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